Quedamos ayer con el uso de las calabazas para tomar la infusión del
mate. Sus formas, suaves, rotundas y llenas, y el entre opacado y el
brillante de su cubierta, fueron la primera cerámica de estos pueblos.
Se decoraban con alguna punta calentada previamente al fuego, lo que
representa los primeros vestigios de lo que hoy denominamos
“pirograbados”, además reprodujeron en
aquel arte milenario de los guaraníes en el manejo de fibras vegetales
decorando los mates con finos esterillados, cosa que luego nuestro
gaucho hizo en finos tientos de cuero de potro.
Cabe hacer aquí un
breve comentario al trabajo que realizan nuestros hábiles “sogueros”
sureros. Esta habilidad es una nueva demostración del origen marino de
nuestros gauchos. Pasaron a un elemento de fácil acceso y gran
abundancia como los cueros, tanto vacunos como yeguarizos, el trabajo de
las sogas que se hacían con las de cáñamo en las cubiertas de los
barcos, de allí el nombre de “sogueros”, nombre que no se condice con el
elemento con que trabajan que es realidad, cuero y no soga. Cosa que no
ocurre en otras provincias, como el caso del mesopotamia argentina que
se los denomina “guasqueros”.
Pero sigamos con nuestra historia, ya
los jesuitas habían intentado transformar la vieja costumbre indígena de
tomar mate en las calabacines, sustituyéndolas por verdaderas tazas,
para beberlo como té e iniciaron a los artesanos indios en la cerámica.
Pero en la zona del Plata otra fue la historia, del mismo modo que el
esterillado de fibras vegetales fue reemplazado por los finos tientos de
cuero de yeguarizo, se comenzaron a reemplazar, aunque no del todo, los
mates de calabaza por otros materiales de más fácil acceso, como por
ejemplo los mates de guampa o asta de vacuno.
Con respecto a la
decoración, siempre con el uso del pirograbado, fue cambiando con las
zonas de acuerdo con su idiosincrasia a los dibujos geométricos del
Perú, pasamos en la zona del Paraguay a plantas, hojas, flores y
animales locales, a la decoración dada en la provincia de Buenos Aires
de escenas netamente camperas, ranchos, caballos, alguna escena de doma o
pialada.
En las ciudades, y en poder de las familias de alto poder
adquisitivo el mate toma otras características, tanto en sus formas
como en el tipo de material de su construcción.
Para fines del siglo
XVII y principios del XVIII, gran cantidad de plateros lusitanos
(portugueses) recalan en el Plata, traídos por la iglesia, para la
fabricación y/o reparación de los objetos de culto, cálices, patenas,
copones, custodias, etc.
Estos artesanos apenas llegan a subsistir
con los pedidos de la Iglesia y buscando nuevos rumbos o mercados, abren
sus talleres a lo que se denominó “platería doméstica” con la
fabricación de vajillas y otros elementos caseros y también a la llamada
“platería gauchesca o criolla”, con los pedidos de gente acaudalada en
la decoración de los aperos de sus caballos. De allí, no es extraño ver
en un recado antiguo o algún elemento casero, decorado con angelitos,
palomas de la paz y otros símbolos de la platería religiosa, dado el
origen de estos artesanos.
De alguna manera esta intromisión cambia
la forma del tradicional mate y comienzan a aparecer los mates que
recuerdan a los cálices religiosos, con base, “patitas” y totalmente
fabricados en plata.
Autor: Carlos Ernesto Pieske
13/8/14
Pequeña historia del mate (IV de V)
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