Fotografía: Aldo Sessa |
En 1617, ya la infusión había conquistado todas las ciudades del Virreynato del Perú, Hernandarias, que estaba en su segundo período de gobierno, publicó: “los grandes inconvenientes que hay en beberla y el uso de tomarla, el cual ha cundido hasta Perú, porque en esta provincia y la de Tucumán es muy general este vicio; por demás de ser sin provecho y que consumen y gastan sus haciendas en comprarla, hace a los hombres viciosos, haraganes y abominables”.
Sin embargo el mate todo lo vence, ya no solamente es bebido por los pobres, sino en acaudaladas familias de Chile, Perú, Asunción y la actual pobretona Buenos Aires pasa a ser la bebida predilecta.
¿Pero porqué ocurrió esto?
Aquí existe un trasfondo que trataremos de develar, según se dice y mantienen flocloristas y estudiosos del tema, fue más que nada por el interés económico de los ministros de la iglesia en la explotación de los yerbatales del Paraguay, el que provocó este cambio de actitud en el consumo de yerba en la alta sociedad.
Los jesuitas, a lo contrario de los encomenderos, lograron poco a poco y paso a paso, granjearse la amistad de los indios, brindándoles seguridad y comodidad, otorgándoles un mínimo de bienes materiales indispensables, casa, orden social, aunque siempre dependiendo de ellos, y alimentación, en particular carne vacuna.
Crearon grandes estancias, donde los indios oficiaban de peones, enseñándoles a trabajar y fundamentalmente el manejo de los ganados, tanto el caballar como el vacuno. Pero, no pudiendo eliminar el problema del mate, lo que hicieron fue “cristianizarlo”, y esa bebida, diabólica hasta este momento, pasó a ser Cuasi divina, ya no era Tupá, quien se la otorgaba, sino el Dios de los cristianos.
Los jesuitas no se limitaron solamente a explotar los yerbatales “salvajes”, sino que a través de largas y sesudas experiencias, lograron hacer germinar las semillas y comenzar el cultivo de grandes extensiones de yerba mate.
El poder de los jesuitas fue aumentando y pronto se convirtieron en un peligro, por un gobierno casi paralelo.
Sería redundante contar aquí lo que representó y lo que aun representa el mate en nuestro país. Tanto en el medio rural como en el urbano, desde la época colonial, pasando a los albores de nuestra nacionalidad y posteriormente en la Independencia la importancia de su consumo es notable. No existe inventario de pulpería, almacén o boliche en el cual no figure como mercancía de primera índole.
Pero si la historia de la yerba ha sido larga y azarosa, no menos lo ha sido la del recipiente para tomar la infusión, que generalmente conocemos por “mate”, y ni que hablar del “cañito” para sorberlo, nuestra popular “bombilla”.
“Mate”, según los estudiosos de la materia, es la castellanización del vocablo quechua “mati” que significa, literalmente “vaso”.
Poro y porongo, son, también, traducciones de los vocablos puru y purungu, que se refieren en general a las calabazas y el segundo da idea del tamaño grande de la misma y que no son nada más que el fruto seco y sin sus semillas de una planta llamada “calabacera”.
Antes del descubrimiento de los metales, yo los naturales, se servían de estos recipientes para los más variados usos, desde llevar agua hasta tumbas funerarias. Pro lo seguimos mañana.
En la foto: “El mate del estribo”. A quienes les gusta estudiar o mirar las fotos antiguas con detenimiento, podrán observar que este paisano, seguro que entrerriano, lleva el lazo del lado de montar, costumbre muy arraigada en esta zona, pues el uso de espuelas de pihuleo largo, dificulta el montar o bajar del caballo si el lazo está ubicado en el otro lateral del caballo.
Autor: Carlos Ernesto Pieske
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