El mate es nuestra bebida nacional por antonomasia, eso no lo podemos negar de ninguna manera.
Falta que alguien se sienta solo, para que marche a la cocina, caliente agua y se siente a tomar unos mates y esa compañía lo ayudará a pensar y a reflexionar, o que dos amigos se encuentren para que surja de inmediato, como un amigo más en la conversación que se va a venir.
Nuestra lengua, como lengua viva que es, ha ido modificando la forma de invitar: “Vamos a tomar unos matienzos?” ; o “unos verdes”, o “unos amargos”, en fin decenas de manera de nombrar esta infusión que acompaña a las costumbres nacionales desde hace más de cuatrocientos años, pero pocos conocen esta historia, larga e intrincada, llena de marchas y contramarchas.
Pero comencemos por el principio: su nombre “Ilex-Paraguariensis” fue dado por un naturalista francés, Augusto Saint Hilaire en 1823.
Se trata de un árbol, parecido al laurel. De altura variable suele alcanzar entre 4 y 6 metros, aunque en estado salvaje pueden llegar a unos 10 metros.
De donde surge nuestra bebida es de sus hojas.
Esta planta nace, desde épocas anteriores a la llegada de los españoles, en las zonas boscosas subtropicales y templadas, con lluvias alternadas en todo el año, en tierras rojas, con temperaturas de 17 a 20 º centígrados.
Estas características se dan en nuestra zona chaqueña y mediterránea y también en países vecinos como Brasil, Paraguay y Uruguay.
Son plantas realmente longevas, pues su período de producción se calcula en unos 150 años.
La familia vegetal a la que pertenece la yerba mate está formada por cerca de 280 especies, casi todas del género Ilex.
Pintura: Juan Manuel Blanes |
A su infusión se le atribuyen poderes excitantes y tónicos de carácter mágico, con lo que los antiguos guaraníes le daban un origen cuasi-divino.
Hoy tras exhaustivas investigaciones se conoce que la infusión de esta yerba, ya sea como mate, o como té (mate cocido), caliente o frío (el célebre tereré de los paraguayos) tiene realmente poderes estimulantes y tónicos.
En las largas marchas de los carreteros que hacían la travesía desde Lima a Buenos Aires, no consumían otra cosa más que mate, carne asada y alguna que otra galleta dura. Lo mismo ocurría con nuestros soldados en las guerras por la Independencia y más tarde las campañas al desierto. No incluía en esa dieta ni hidratos de carbono, ni cítricos, ni verduras frescas, por lo cual la ausencia de vitamina C debería haber provocado en ellos problemas digestivos y aun la aparición del temido escorbuto, cosa que frecuentemente sufrían los marinos en los largos viajes que realizaban, sin embargo esto no sucedía y se atribuye a que el consumo de abundante mate amargo y al no beber agua fría o cruda, generalmente contaminada, evitaba problemas gastroestomacales incorporaba la cantidad suficiente de vitamina C al organismo y evitaba estos problemas.
Al principio se consideraba que la planta de la yerba mate crecía espontáneamente y su cultivo era poco más que imposible.
"Cumplidor el malevo ¡que heladita cayo mi amigo!" - Carlos Montefusco |
Sin embargo, los sacerdotes jesuitas que recalaron en las misiones guaraníes, luego de arduas investigaciones y pruebas, mediante injertos y el calentamiento de las semillas, lograr almácigos y plantaciones.
La denominada yerba mate está formada por las hojas de esta planta, a la que previamente se la seca y tritura o muele.
Cuando esa hoja lleva incorporados los pecíolos y ramitas de las hojas se la denomina “con palo”, pero la de mayor aceptación en nuestra zona es la “sin palo”.
Autor: Carlos Ernesto Pieske
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