Yo tuve mis horas buenas
cuando de dicha gozaba,
y recuerdo que ensillaba
cuando de dicha gozaba,
y recuerdo que ensillaba
mi overo en tardes serenas.
Blancas, rubias y morenas
me solían saludar,
sin dejarme de admirar
mis espuelas nazarenas.
Jamás las prendas ajenas
envidia me despertaron,
y en todas partes hallaron
envueltas lindas verbenas.
Siempre tuve por docenas
criollitas, que me estimaron,
y con respeto alabaron
mis espuelas nazarenas.
También tuve ciertas penas
con gauchos que me envidiaron,
y mi amor propio tocaron
con palabrotas obsenas.
Mas, rodó por las arenas
esa víctima expiatoria…
¡abriendo surcos de gloria!
mis espuelas nazarenas.
Y cuando en las noches llenas
de estrellas color de plata,
iba a visitar mi “ñata”
compañera de mis penas,
yo mismo podía apenas
sofrenar mi guapo overo,
cuando le pinchaba el cuero
mis espuelas nazarenas.
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